Artículo redactado por el equipo de CEMP
Validado por equipo docente
En este artículo analizamos la blefaroplastia, una de las intervenciones más conocidas en el campo de la cirugía estética.
Veremos los casos en que puede realizarse, cuáles son los riesgos que puede implicar y qué cualificación se necesita para llevarla a cabo.
La blefaroplastia, conocida comúnmente como la cirugía de los párpados, es un procedimiento quirúrgico que consiste en la eliminación de piel sobrante y tejido adiposo de los párpados.
Sin duda, es uno de los tratamientos estéticos de rejuvenecimiento facial más solicitados dentro de este ámbito, por el impacto que tienen sus resultados en la vida del paciente.
Esta intervención es usada de manera muy frecuente para abordar problemas estéticos, aunque también funcionales, que aparecen con la edad. Nos referimos a la pérdida de elasticidad de la piel, el debilitamiento de los músculos que sostienen los párpados y la acumulación de grasa tanto en los párpados superiores como inferiores.
En otras palabras, su propósito general es corregir defectos, deformidades y dismorfias de los párpados generados normalmente por esta grasa.
Esto implica no solo mejorar la estética del área periorbital y rejuvenecer la mirada del paciente, sino que también puede proporcionar beneficios funcionales al eliminar la obstrucción visual causada por el exceso de piel y puede mejorar la calidad de vida relacionada con la salud visual.
La función de la mirada trasciende la mera observación, convirtiéndose en una expresión clara de las emociones y particularidades de cada individuo. De hecho, la percepción que los demás tienen de una persona puede estar considerablemente influenciada por la apariencia de sus ojos.
La caída de los párpados, ya sea por el envejecimiento o por predisposiciones genéticas, puede transmitir una impresión errónea de fatiga o desánimo, lo que repercute no únicamente en la imagen que proyecta, sino en la autoestima del individuo.
Por ello, este es un tratamiento muy importante para el paciente que realmente lo necesite.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que no es adecuada para todos los pacientes. Veamos por qué.
El primer paso antes de llevar a cabo una blefaroplastia es el diagnóstico y el análisis de su viabilidad. Los especialistas en medicina estética pueden considerar la blefaroplastia en situaciones tales como:
Antes de llevar a cabo una blefaroplastia, se debe realizar una evaluación exhaustiva que comprenda la historia clínica detallada, un examen físico (no solo de la vista) y pruebas de campo visual.
Además, se deben tomar fotografías preoperatorias para tareas de planificación y documentación.
También hay que tener en cuenta algunas enfermedades que podrían suponer un factor de riesgo en los resultados que se pretenden obtener con la blefaroplastia:
Este trabajo previo de análisis y evaluación es imprescindible para minimizar los riesgos asociados con la operación y maximizar los potenciales beneficios.
Veamos cuáles son los peligros de la blefaroplastia.
Efectivamente, como cualquier procedimiento quirúrgico, la blefaroplastia conlleva ciertos riesgos que el paciente debe conocer.
Entre otros, podemos mencionar los siguientes:
La transparencia con respecto a los posibles resultados y complicaciones es fundamental en la práctica clínica, aunque lo normal es que un profesional bien preparado pueda ejecutar un elevadísimo porcentaje de estas intervenciones con éxito.
Una vez se ha analizado el caso y se decide llevar a cabo la blefaroplastia, el paciente deberá observar las instrucciones preoperatorias específicas que se le indiquen, como podría ser la suspensión de ciertos medicamentos que aumenten el riesgo de sangrado, etc.
En cuanto a la técnica quirúrgica que se empleará en la intervención, será distinta en función de si se trata del párpado superior o inferior:
En cualquier caso, es vital actuar con gran precisión al hacer la incisión. Al fin y al cabo, se busca un resultado tan natural que los vestigios de la intervención quirúrgica sean prácticamente indetectables. Por ello, el cirujano tratará de ceñirse a las líneas y pliegues naturales de los párpados para reducir la visibilidad de las cicatrices resultantes.
Además, en algunos casos se combinan estos métodos con otros procedimientos, como la corrección de ptosis palpebral, para mejorar la funcionalidad y el resultado estético.
Tras la cirugía, el paciente de blefaroplastia necesitará un período de recuperación en casa, donde se deberán seguir los cuidados postoperatorios que se le indiquen. Por ejemplo, el uso de compresas frías para disminuir la inflamación y la aplicación de los medicamentos tópicos prescritos.
Será indispensable educar al paciente para que evite actividades que puedan comprometer la zona operada, como frotarse los ojos o realizar ejercicio extenuante.
La mayoría de los pacientes experimentan una mejora significativa en la apariencia y en la visión, sintiéndose más jóvenes y con una mirada más descansada.
Durante un tiempo después de la operación, el médico deberá de hacer un seguimiento para ir evaluando cómo progresa el paciente en su recuperación, y así decidir si se requiere alguna intervención adicional.
Como es natural, la blefaroplastia requiere de una serie de conocimientos y habilidades que solo un profesional de la medicina especializado en estética puede tener.
En este sentido, además de los estudios universitarios de medicina y la correspondiente especialidad, es recomendable ampliar y actualizar conocimientos mediante formaciones específicas.
Una buena opción es el Máster de Medicina Estética de CEMP, que te permitirá conocer diversas técnicas, herramientas y procedimientos de gran demanda en el mercado, más allá de los meramente quirúrgicos.
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Ahora que ya sabes en qué consiste la blefaroplastia y cuándo puede aplicarse, ¿te parece una técnica interesante?
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