Artículo redactado por el equipo de CEMP
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La crioterapia es una técnica avanzada y muy efectiva en el campo de la medicina estética, que se basa en el uso del frío extremo para tratar diversas afecciones cutáneas superficiales.
Como veremos a continuación, este método no invasivo utiliza principalmente nitrógeno líquido, que alcanza temperaturas cercanas a los -196 °C, para provocar la congelación y posterior destrucción selectiva de tejidos anómalos, sin dañar la piel sana circundante.
Veamos más en detalle cómo funciona y para qué se utiliza.
Una vez aclarado qué es la crioterapia, pasamos a analizar algunos de sus usos más extendidos.
De este modo, en el contexto de la medicina estética, la crioterapia es muy valorada por su capacidad de eliminar lesiones no deseadas en la piel con un mínimo de molestias para el paciente.
Generalmente es un procedimiento bien tolerado, aunque puede causar sensaciones de escozor o quemazón, por lo que en áreas de alta sensibilidad se podría considerar el uso de anestesia local.
En particular, este tratamiento es especialmente eficaz en la eliminación de los siguientes problemas dermatológicos:
Todas estas afecciones pueden ser estéticamente molestas o potencialmente peligrosas si no se controlan a tiempo.
La aplicación de la crioterapia puede variar según la necesidad y la zona afectada, aunque podríamos decir que se divide en dos modalidades principales: el método tópico y la criocirugía o crioablación.
Para determinar la técnica más adecuada se tienen en cuenta aspectos como el tipo, tamaño y ubicación de la lesión, las propiedades del tejido involucrado y los criterios del equipo médico.
En la crioterapia tópica, el nitrógeno líquido se aplica directamente sobre la piel dañada mediante un aplicador especial o un pulverizador, lo que permite un control preciso del área de tratamiento.
Esta técnica es útil para lesiones superficiales y promueve una recuperación sin mayores complicaciones.
Por otro lado, la criocirugía se utiliza para afecciones más profundas o internas. Aquí, las criosondas, que son instrumentos parecidos a agujas, se insertan a través de incisiones mínimas.
Para guiar las criosondas se usan imágenes de ultrasonido, tomografía computarizada o resonancia magnética, lo que permite alcanzar el tejido objetivo con gran precisión.
Una vez han llegado a su objetivo, las criosondas conducen el nitrógeno líquido o gas argón hacia la lesión, congelando y destruyendo el tejido anormal.
Como decíamos, la crioterapia, ya sea aplicada de forma tópica o mediante técnicas de criocirugía, se ha consolidado como un método eficaz y mínimamente invasivo en el tratamiento de diversas afecciones cutáneas y otras lesiones.
Su aplicación sencilla y rápida a través de la pulverización directa de nitrógeno líquido sobre la lesión conlleva un proceso de congelación que ataca específicamente las células anómalas.
Como todo procedimiento médico, la crioterapia no está exenta de posibles efectos secundarios o complicaciones. De hecho, en la crioterapia superficial se pueden desarrollar ampollas o úlceras que, aunque usualmente son temporales, pueden generar dolor o riesgo de infección.
Además, existe la posibilidad de una cicatrización excesiva, especialmente si el tiempo de congelación se extiende o alcanza capas más profundas de la piel.
Otro aspecto a considerar es que, si durante la aplicación se dañan nervios adyacentes, podría dar como resultado una pérdida de sensibilidad en la zona tratada y cambios en la pigmentación de la piel. Es más, en tratamientos sobre el tejido óseo, el riesgo de debilitamiento del hueso y fracturas posteriores puede incrementarse.
Los cuidados post-tratamiento son cruciales para asegurar una recuperación efectiva. Las limpiezas suaves y la aplicación de sustancias emolientes ayudan a la cicatrización y a prevenir la formación de costras. Además, proteger la piel tratada del sol es vital para evitar efectos adversos.
Después de la crioterapia tópica es común observar rojez o inflamación en la zona afectada y, en algunos casos, la formación de ampollas. Estas últimas suelen reabsorberse o desaparecer por sí solas, dejando la piel en un proceso natural de regeneración que puede variar de una a cuatro semanas, dependiendo del caso específico.
Este tratamiento, además de ser menos propenso a provocar sangrado en comparación con otros procedimientos, permite tratar varias lesiones simultáneamente, favoreciendo un periodo de recuperación rápido y generalmente con un dolor postoperatorio mínimo.
Para la crioterapia tópica no se necesita una preparación extensa, aunque no se debe aplicar maquillaje o lociones en la zona a tratar antes del procedimiento.
Lo mejor de este tratamiento es que, como ya hemos dicho anteriormente, resulta rápido y sencillo. Por tanto, la impresión del paciente suele ser muy positiva, ya que los resultados son casi inmediatos y el riesgo es mínimo si se sabe ejecutar correctamente.
Ahora que ya sabes qué es la crioterapia y cuáles son sus principales aplicaciones, seguro que ves más claras sus ventajas respecto de otro tipo de técnicas más invasivas.
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