Artículo redactado por el equipo de CEMP
Validado por equipo docente
Sin lugar a dudas, aplicar una buena higiene facial es vital para mantener un rostro luminoso, terso y saludable.
En este artículo analizamos sus principales beneficios y los distintos tipos de tratamientos que pueden desarrollarse para alcanzarlos.
Podemos decir que la higiene facial es un conjunto de prácticas, rutinas y tratamientos diseñados para limpiar, cuidar y mantener la piel del rostro en óptimas condiciones de salud y apariencia.
En este sentido, es crucial destacar que la higiene facial no tiene únicamente finalidades estéticas.
De hecho, la salud de la piel ha de ser siempre la prioridad de este tipo de prácticas, tanto si se aplican en casa como en centros especializados.
Los principales beneficios de una buena higiene facial son los siguientes:
Desarrollar una adecuada rutina de limpieza facial en la vida diaria ayuda a eliminar el exceso de grasa, suciedad, contaminantes ambientales y células muertas generadas por la propia piel.
A su vez, esto previene la obstrucción de los poros y la formación de puntos negros, espinillas y acné.
Si tenemos una piel limpia y sin impurezas ni exceso de grasa, es más fácil que los productos para el cuidado de la piel (por ejemplo, las cremas) tengan una mayor eficacia.
Así, pueden penetrar mejor y, en consecuencia, producir resultados más visibles en menos tiempo.
Como decíamos, la higiene facial contribuye a la eliminación de células muertas acumuladas y, en buena medida, a estimular la renovación celular.
Esto ayuda a conseguir un aspecto más joven y terso en el rostro, previniendo la aparición de arrugas de expresión prematuras.
En este sentido, tener una buena rutina de limpieza facial podría considerarse casi como un tratamiento de rejuvenecimiento facial.
Los agentes externos, en combinación con las propias características de la piel de cada persona, pueden generar alteraciones más o menos importantes en su pH.
Con una higiene facial regular, pueden prevenirse este tipo de situaciones, manteniendo un pH siempre equilibrado.
Como sabes, el proceso de limpieza y masaje que se realiza durante la higiene facial tiene la capacidad de mejorar la circulación sanguínea en el rostro.
En buena medida, esto contribuye a lograr una piel más radiante y saludable.
Un buen hábito de higiene facial regular ayuda a reducir la inflamación y prevenir la irritación, calmando la superficie del rostro.
Esto es especialmente importante para quienes tengan una piel especialmente sensible o propensa a desarrollar problemas cutáneos.
La limpieza facial diaria ayuda a mejorar la textura de la piel, suavizando su apariencia general y contribuyendo a lograr un aspecto más luminoso en el rostro.
Las rutinas de higiene facial pueden, en cierto modo, ayudar al control del estrés.
Así, los masajes aplicados sobre el rostro pueden llegar a tener un efecto relajante y de desconexión de las preocupaciones diarias, especialmente cuando se aplican por la noche antes de dormir.
Para disfrutar de todos los beneficios de la higiene facial, es necesario conocer el tipo de piel de cada persona.
Así, no se aplican los mismos productos (ni del mismo modo) en una piel grasa que en otra especialmente seca o particularmente sensible.
En este punto, es vital contar con el asesoramiento de un profesional para evitar problemas a largo plazo.
Aunque existen muchas formas posibles de clasificar la limpieza o higiene facial, podemos destacar estas dos categorías:
Como es lógico, ambos tipos de higiene facial son complementarios y no excluyentes.
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Para que te hagas una idea de los contenidos del máster, aquí tienes un breve resumen de los módulos que lo integran:
En definitiva, contar con una formación adecuada es vital para dedicarse profesionalmente al ámbito de la cosmética y dermofarmacia.
Solo así podrás asesorar correctamente a tus clientes, para que consigan desarrollar una higiene facial eficaz, segura y 100% saludable.
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