Artículo redactado por el equipo de CEMP
Validado por equipo docente
En este artículo trataremos de definir exactamente qué es el dolor, además de examinar los distintos tipos de dolor y los parámetros que se suelen utilizar en la práctica clínica para clasificarlos.
Además, veremos algunos de los métodos diagnósticos y de tratamiento o manejo del dolor más empleados por los profesionales sanitarios
El concepto de dolor se ha analizado siempre desde dos polos aparentemente contrapuestos y excluyentes: el físico y el psicológico.
Sin embargo, ya en 1979, la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (ISAP son sus siglas en inglés) incluía en su definición de dolor la naturaleza emocional de este.
En 2020, se actualizaba para dar pie a una versión definitiva: «el dolor es una experiencia sensorial y emocional desagradable asociada o similar a la asociada con daño tisular real o potencial».
Por lo tanto, el dolor es una experiencia personal influenciada por factores biológicos, psicológicos y sociales, y que no siempre está directamente relacionada con un daño físico observable.
Además, no se trata de una experiencia estática, sino dinámica, que varía en intensidad y que evoluciona a lo largo de distintas fases.
Conocer los tipos de dolor según su intensidad es imprescindible para seleccionar el enfoque terapéutico adecuado.
En este sentido, la OMS reconoce tres niveles principales de dolor:
Atendiendo a las necesidades especiales de las enfermedades oncológicas, se añade un nivel más, el de dolor insoportable. Para este, se requiere hospitalización en unidades especializadas para el manejo del dolor.
Por último, hay que tener en cuenta que la percepción del dolor es subjetiva y puede variar entre individuos.
Este es el motivo por el que, además de la intensidad, los médicos consideran otros factores como la duración, la localización y el impacto en la calidad de vida para determinar el tratamiento más adecuado.
Las causas del dolor son diversas y pueden tener su origen tanto en lesiones físicas, como en enfermedades autoinmunes, trastornos neurológicos y enfermedades crónicas.
Las más comunes son las siguientes:
Estas condiciones, junto a otras tan habituales como las migrañas o diversas afecciones de espalda, pueden provocar dolor persistente.
El diagnóstico y tratamiento del dolor son esenciales para mejorar la calidad de vida de quienes lo padecen.
Para identificar correctamente su origen y definir el mejor método de curación o manejo, no solo es necesario conocer su origen o sus causas, sino también sus distintas fases:
Antes de expresarse físicamente, el dolor tiene una fase interna de aparición. Primero, la señal del dolor viaja por las fibras nerviosas hasta la médula espinal y, de ahí, asciende hasta el tálamo.
Es desde ese punto cuando se proyecta a varias áreas corticales donde se interpreta como dolor y tiene su expresión física en el cuerpo.
A partir de aquí, empiezan las 4 fases de evolución del dolor físico:
Cada fase se caracteriza por un dolor más o menos intenso y localizado, por lo que también se requiere un enfoque terapéutico diferente para cada una.
El diagnóstico del dolor puede basarse en una sencilla exploración física, pero también requerir pruebas de imagen o de laboratorio, según la fase de evolución en la que se encuentre.
A menudo, la transición entre fases no siempre es clara y los médicos recurren a una combinación de métodos diagnósticos:
En casos muy concretos, se utilizan pruebas específicas para enfermedades autoinmunes u otras especializadas en distintas partes del cuerpo (como la discografía para la espalda o el cuello, o la mielografía para la columna vertebral).
Con estas pruebas se define el origen y la naturaleza del dolor para elaborar un plan de tratamiento efectivo y lo más personalizado posible.
El tratamiento del dolor suele ser multidisciplinario y puede incluir:
La elección de uno u otro dependerá de varios factores, como el tipo de dolor, su intensidad y la respuesta individual del paciente.
En casos crónicos, los profesionales sanitarios especializados en el manejo de dolor también tienen en cuenta la facilidad con la que el paciente pueda integrar el tratamiento en su día a día.
El objetivo es que pueda mantener su bienestar emocional, a la par que el dolor disminuye o se controla, para que el proceso afecte lo menos posible a su calidad de vida.
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En definitiva, saber que es el dolor y cómo se puede manejar en el ámbito clínico es de vital importancia para mejorar la calidad de vida de quienes lo padecen.
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