Artículo redactado por el equipo de CEMP
Validado por equipo docente
Si existe un consenso común acerca de cómo se mide el dolor en la comunidad médica, es este: la cuantificación del dolor debe hacerse junto al paciente.
Para ello, existen algunos métodos estandarizados que facilitan que las personas puedan expresar y definir mejor la intensidad de su dolor.
En este artículo veremos en qué consisten los distintos métodos de evaluación y cómo se utilizan las escalas de medición.
El método estándar de evaluación del dolor son las escalas, un instrumento específicamente diseñado para medir y registrar la percepción subjetiva del dolor del paciente.
De este modo, se utilizan para valorar la intensidad del dolor, su evolución y la eficacia de los tratamientos aplicados.
Existen dos tipos principales de escalas de dolor:
Las escalas unidimensionales se utilizan en la práctica clínica diaria por su simplicidad y rapidez, mientras que las multidimensionales se emplean más en investigación o cuando se requiere una evaluación más exhaustiva del dolor.
La elección de cada una dependerá del contexto clínico y el tipo de información que se necesite obtener sobre el dolor.
Una vez aclarado que el método más común para evaluar el dolor son las escalas, veamos cuáles son los 5 tipos más utilizados en la práctica clínica:
La Escala Visual Analógica (EVA) consiste en una línea horizontal de 10 centímetros, donde un extremo representa la ausencia de dolor y el otro, la presencia de dolor extremo.
El paciente marca en la línea el punto que mejor refleja la intensidad de su dolor, que se mide según la distancia en centímetros entre el inicio y el final de la escala:
La EVA solo se utiliza en pacientes adultos y adolescentes con buena coordinación motora y visual.
La Escala Numérica Verbal (ENV) requiere que el paciente califique y verbalice su dolor en una escala del 0 al 10:
Se utiliza como evaluación rápida inicial y como seguimiento, en pacientes con buena comprensión numérica.
La Escala Verbal Simple (EVS) utiliza categorías descriptivas para evaluar la intensidad del dolor. Por ejemplo:
Se emplea para medir el dolor de pacientes con dificultades para conceptualizar números o líneas.
Sin embargo, puede ser menos exacta y sensible a pequeños cambios en la intensidad del dolor comparada con la EVA o ENV.
La Escala de Expresiones Faciales, también conocida como Escala de Caras de Wong-Baker, se utiliza en niños a partir de 3 años. También en pacientes adultos con dificultades de comunicación verbal.
Consiste en una serie de seis caras que representan diferentes niveles de dolor. Así, un rostro sonriente expresa la ausencia de dolor, y mientras que uno lloroso hace referencia a un dolor muy intenso.
Además, cada cara se asocia a un valor numérico (0, 2, 4, 6, 8, 10), para que el médico pueda cuantificar mejor el nivel de dolor expresado.
El Cuestionario de Dolor de McGill es una escala multidimensional que evalúa aspectos sensoriales, emocionales y evaluativos del dolor.
A diferencia de las escalas anteriores, todas unidimensionales, analiza el dolor desde varias perspectivas:
Con las respuestas, se calcula un índice de valoración e intensidad del dolor personalizado y de naturaleza mucho más holística que el resto de escalas de valor unidimensionales.
Por lo general, se emplea en casos donde se necesita una comprensión profunda de la naturaleza del dolor, como en pacientes crónicos o con condiciones como fibromialgia o síndromes regionales complejos (como el piramidal).
Además de las escalas, existen otros métodos de medición del dolor que ayudan a concretar y completar la valoración del dolor:
Aunque menos comunes, existen dispositivos que intentan medir distintos estímulos y cambios en el cuerpo que pueden asociarse al dolor:
Estos métodos suelen emplearse en casos de dolor crónico, trastornos neuropáticos, lesiones nerviosas y para evaluar la eficacia de tratamientos.
Normalmente, se hace en combinación con las escalas de dolor, para así obtener un diagnóstico que contempla la dimensión emocional subjetiva.
Aunque el análisis no puede proporcionar una medida objetiva del dolor, sí permite identificar biomarcadores en la sangre que podrían indicar la gravedad del dolor.
Por ejemplo, el hemograma relevaría si existen procesos inflamatorios subyacentes asociados con el dolor crónico, una respuesta inmunológica relacionada o un posible daño celular.
De esta forma, los niveles de biomarcadores podrían correlacionarse con la intensidad y duración del dolor expresado por el paciente.
Aunque existen métodos para cuantificar el dolor, los profesionales sanitarios advierten que no son exactos.
El motivo es que la naturaleza del dolor es profundamente subjetiva, pues está ligada a la percepción individual y las emociones del paciente.
Por ende, es prácticamente imposible realizar una medición 100% objetiva y podría decirse que no existe un método completamente fiable para evaluar el dolor.
De ahí que se opte por una aproximación multifacética, combinando distintas técnicas de diagnóstico.
Esta visión también se traslada al tratamiento, para el que se apuesta por un manejo integral del dolor con terapias que reducen la dependencia de la medicación.
Algunas de ellas son la fisioterapia reumatológica, la psicoterapia, la acupuntura, la meditación y la relajación, etc.
Como siempre, es imprescindible contar con profesionales bien formados en este ámbito.
Una buena opción en este sentido es el Máster en manejo y tratamiento del dolor de CEMP, que dedica a ello varios módulos en su temario:
En definitiva, saber cómo se mide el dolor es fundamental para diagnosticar, pero dominar el tratamiento y manejo del dolor es imprescindible para que afecte lo menos posible a la calidad de vida de las personas.
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